Cuando las ranas tenían pelos y las gallinas tenían dientes, 2020 / Fanzine with texts and illustrations printed on risograph and recycled paper. Produced simultaneously during lockdown in Barcelona, Girona, Donosti, Bologna and Marseille. It is a format in which short stories are illustrated, connecting with the fable, the symbolic and the dreamlike.
Me he sentado en el bar de la esquina, muy cerca de una mujer mayor vestida con una gabardina blanca. La silla estaba lejos de la mesa, pero se apoyaba con los dos codos sobre ella. Con sus dedos índice y pulgar amarillentos cogía el cigarrillo lo más cerca de la ceniza posible sin llegar a quemarse. Casi inmóvil se lo acercaba lentamente a la boca, donde aspiraba y exhalaba el tabaco, sin apartárselo de los labios.
La nariz ocupaba la mayor parte de su cara. A pesar de tener muchas arrugas, era una nariz joven. Su boca, diminuta y en la sombra de esa majestuosa nariz, se relamía con la lengua, untándose saliva en los labios como mantequilla al pan.
Sus ojos cansados de una vida, observaban fijamente a la mujer que tenía en frente.
- Es la hora del té de la tristeza, suerte que son lágrimas aún calientes -, le decía a su compañera, acercándose la taza a su húmeda boca.
A los sauces llorones se les llama así porque cuando no hay nadie lloran muy fuerte. Por eso siempre están en lugares húmedos.
De sus hojas salen pequeñas gotitas de agua que se juntan entre ellas y se convierten en lágrimas, cuando se sueltan de la hoja, se oye un sollozo que para, cuando tocan el suelo.
En la tierra las lágrimas hablan entre ellas sobre la experiencia de ser arrojado al vacío. Y no es que los sauces tengan pena, sino que las lágrimas tienen miedo.
Es como tener el cuerpo partido en dos: el de la derecha es paciente, respira, mira y da gracias por todo lo que recibe, da gracias a los pinceles por ayudar a comunicar, a la pintura, da gracias a Izquierda, porque sin él Derecha no sería quien es.
Sin embargo, Izquierda es celoso, se queja por tener que aguantar a la gente, aprieta los dientes, odia el mundo y disfruta haciéndolo, quiere estar solo cuando él quiere y como él quiere, no escucha lo que no le interesa, le gusta ser egoísta y rompe todo lo que se le pone delante, pero muchas veces, llora.
Derecha, sin embargo, le dice que no se preocupe, que debe aprender a ser más agradecido y a querer más, pero Izquierda nunca escucha.
Copyright © 2021 Clara Romero Aguado
Cuando las ranas tenían pelos y las gallinas tenían dientes, 2020 / Fanzine with texts and illustrations printed on risograph and recycled paper. Produced simultaneously during lockdown in Barcelona, Girona, Donosti, Bologna and Marseille. It is a format in which short stories are illustrated, connecting with the fable, the symbolic and the dreamlike.
Me he sentado en el bar de la esquina, muy cerca de una mujer mayor vestida con una gabardina blanca. La silla estaba lejos de la mesa, pero se apoyaba con los dos codos sobre ella. Con sus dedos índice y pulgar amarillentos cogía el cigarrillo lo más cerca de la ceniza posible sin llegar a quemarse. Casi inmóvil se lo acercaba lentamente a la boca, donde aspiraba y exhalaba el tabaco, sin apartárselo de los labios.
La nariz ocupaba la mayor parte de su cara. A pesar de tener muchas arrugas, era una nariz joven. Su boca, diminuta y en la sombra de esa majestuosa nariz, se relamía con la lengua, untándose saliva en los labios como mantequilla al pan.
Sus ojos cansados de una vida, observaban fijamente a la mujer que tenía en frente.
- Es la hora del té de la tristeza, suerte que son lágrimas aún calientes -, le decía a su compañera, acercándose la taza a su húmeda boca.
A los sauces llorones se les llama así porque cuando no hay nadie lloran muy fuerte. Por eso siempre están en lugares húmedos.
De sus hojas salen pequeñas gotitas de agua que se juntan entre ellas y se convierten en lágrimas, cuando se sueltan de la hoja, se oye un sollozo que para, cuando tocan el suelo.
En la tierra las lágrimas hablan entre ellas sobre la experiencia de ser arrojado al vacío. Y no es que los sauces tengan pena, sino que las lágrimas tienen miedo.
Es como tener el cuerpo partido en dos: el de la derecha es paciente, respira, mira y da gracias por todo lo que recibe, da gracias a los pinceles por ayudar a comunicar, a la pintura, da gracias a Izquierda, porque sin él Derecha no sería quien es.
Sin embargo, Izquierda es celoso, se queja por tener que aguantar a la gente, aprieta los dientes, odia el mundo y disfruta haciéndolo, quiere estar solo cuando él quiere y como él quiere, no escucha lo que no le interesa, le gusta ser egoísta y rompe todo lo que se le pone delante, pero muchas veces, llora.
Derecha, sin embargo, le dice que no se preocupe, que debe aprender a ser más agradecido y a querer más, pero Izquierda nunca escucha.
Copyright © 2021 Clara Romero Aguado